Por Glady Cingolani Pamater
Maestra Normal Nacional y Prof. de Historia.
Se ha desempeñado como directivo y docente en los niveles primario, medio y
superior del sistema educativo de la Pcia. de Santa Fe.
Hay muchos aspectos que nos lo están determinando
y hay señales inequívocas de un fin de
época que se aproxima.
Esto no pretende ser un tratado de
psicología ni de ninguna otra ciencia, es lo que se observa y se vive
diariamente en nuestra sociedad y en derredor.
Cuando se aproximaba el 2011 pululaban
muchas teorías apocalípticas acerca del fin del mundo, incluso establecían
fechas póstumas. Otras por fin, descartaban la destrucción de mundo y daban un
mensaje esperanzador del nacimiento de un hombre nuevo, más solidario,
comprometido con los valores.
Sin embargo, el hombre actual está
destruyendo el mundo con su accionar en detrimento de la ecología, el medio
ambiente y también poniendo en peligro la salud de sus semejantes y la propia.
El detonante es la “violencia”. Sin
precedentes, el monstruo de la violencia ya está agazapado entre nosotros y ha
desatado con tal virulencia su esencia maldita que está haciendo estragos.
Primero
en la naturaleza, muestra su furia constante con huracanes que lo arrasan todo,
los numeroso volcanes que están en actividad, los movimientos de la tierra
donde confluyen terremotos, tsunamis, inundaciones, etc. Los ejemplos de países
ubicados en zonas altamente sísmicas y volcánicas,
Haití ubicado en una isla, Chile extendido a lo largo del
extremo sur de América y
Japón sobre un archipiélago .Los tres fueron sacudidos recientemente por movimientos
de una magnitud tal que derivó en una catástrofe sin precedentes. Aunque muy distantes
entre ellos, el peligro fue el mismo, los seísmos de la tierra. Por supuesto los
desastres, las consecuencias nefastas son directamente proporcionales a la pobreza
y el escaso desarrollo económico y tecnológico. La humanidad no puede detener
las reacciones de la naturaleza, pero puede hacer mucho mejorando las
infraestructuras habitacionales, las rutas, los medios de comunicación y
también en las medidas de prevención de los habitantes. Las secuelas de Haití,
uno de los países más pobre, donde quedó todo desbastado, no se pueden comparar
con Japón, uno de los países más rico y desarrollado del mundo, donde a pesar
de los consecutivos sismos y réplicas, se pudo reponer rápidamente.
También
asistimos a la violencia sin precedentes entre los humanos, se está inyectando no sólo en los
adultos, sino que se está encarnado en los jóvenes y hasta en los niños.
En algunos casos su principal
ingredientes es la droga, otro es el alcoholismo, o la combinación de ambos, que
no por ello disminuye la responsabilidad del individuo. Pero hay violencia en
todas partes y explota como un volcán, injuriando, lastimando y llegando hasta provocar
la muerte de la otra persona. También hay niños que reciben su dosis diaria de
violencia familiar. Los jóvenes y los adultos suelen ser violentados en los
lugares de estudio o de trabajo. A veces la violencia se percibe en la calle
misma, con gestos, amenazas, groserías, etc.
¿Por qué tanta violencia?, a ella
contribuye la aceleración con que vivimos, nos cargamos de elementos negativos,
de resentimiento, de impotencia; la falta de tiempo para el sosiego, para el
intercambio, para la charla confidencial, la presión de los costes del diario
vivir. La violencia en las canchas provoca la vergonzosa movilización de
cientos de agentes de seguridad, como si en lugar de un simple partido de
fútbol, se estuviera definiendo un combate entre huestes enemigas.
Pero la dura realidad es la “sinrazón”
que adquieren los individuos para cometer los atentados contra la vida de los
demás y a veces de sí mismo. La muerte, la eliminación del otro o de los otros,
sólo agrega más dolor y engendra odio. Una vida que se pierde, es
irrecuperable.
La “justicia” suele estar de capas
caída o a veces tarda tanto en llegar. Sin embargo a la justicia no se la puede
comprar porque, simplemente es como la vida “No tiene precio”.
La falta de justicia está alimentando el
monstro de “la venganza”, está creciendo y el día menos esperado va a iniciar
su debut. Si los que están amparados por el poder son inmunes a la justicia,
esto fue tolerado por la humanidad, cuando el poder era omnímodo y no había suficiente
información. Hoy ya no es lo mismo, se conoce cada caso, cada elegido. Si los
expedientes duermen el sueño eterno de la impunidad, en manos de jueces que
intercambian favores con el poder de turno, el monstruo los puede despertar. No
se queden tranquilos, no alimenten el monstruo. El pueblo tolera, aplaude, pero
el día menos pensado se puede desatar la furia popular y las consecuencias
serán impredecibles.
Hay necesidad de contar con
salvadores, entonces se acreditan líderes, no importa si mienten, si tergiversan
hechos, si amparan y fomentan la corrupción, La gente los unge, los proclama, mientras
recibe dádivas, sean subsidios o cargos, pero cuando esto se termina, la misma
gente les pedirán la cabeza.
La “vida” ha perdido el valor para
muchos miembros de la sociedad. Algunos consideran perdida su vida y la juegan
en cada momento en actos delictivos. Si no tiene valor su propia vida, no
pueden darle valor a la de los demás. Por eso matan a mansalva, no importando
ni la edad, ni la situación de las personas a quienes hacen sus víctimas
fatales.
Terribles crímenes nos sacuden
diariamente desde los noticieros o desde las páginas de los diarios, donde las
víctimas últimamente elegidas son los niños. ¿Tiene futuro una sociedad donde
se mata con saña a los indefensos vástagos y donde se asesina con tanta perversidad?.
Se anuncian nuevos homicidios, se habla de doble crimen, triple y hasta
cuádruple. Los accidentes fatales, muchos de ellos causados por la
irresponsabilidad, agregan más dolor y muertes por doquier. Nos encontramos
entrampados en una situación límite, no nos vamos a acostumbrar a tolerar estos
episodios tan graves.
Hemos superado largamente a “Cambalache”
de Discépolo, con la lista inagotable de crímenes, asaltos y robos que
sobrepasan a la imaginación más prolífera del cine de terror.
El “respeto” ha hecho un retroceso
fragoroso, es dolorosa la falta de autoridad moral en nuestra sociedad, en la
familia, en la escuela.
La falta de respeto a los
progenitores, a las instituciones educativas, a los maestros, está arribando al
colmo. Y parece una película de ficción cuando los padres acompañan a sus hijos
para maltratar a un docente, de cualquier nivel que fuere, propinándole un
castigo corporal. Compañeros de clase– sean varones o mujeres- se pelean hasta
que muere uno, como si fuera una riña de gallos, que también es un horror, pero
más aún cuando está en juego la vida de las personas; pueden colaborar otros
compañeros o familiares, no importa, da lo mismo, al que hasta el día anterior
compartía el aula, la escuela, el barrio, se lo destruye y listo. Después se
habla de los avances en educación porque se entregan ordenadores, pero la educación
comienza con la convivencia armónica, cada uno es su puesto, en su lugar,
porque las instituciones educativas son un reflejo de la sociedad.
La trata de personas de todas las
edades, sin consideración las arrancan de las familias a las que jamás regresarán,
para expoliarlas en cautiverio hasta la muerte.
La falta de pudor cuando se incluyen
en las redes sociales videos donde se publicitan actos íntimos, y todas las
notas más escandalosas como algo gracioso que les permite obtener fama y
crédito entre los innumerables amigos virtuales.
Otros de los síntomas que viene
marcando el agotamiento de la época es la destrucción de regímenes absolutistas,
donde no existía la libertad ni las garantías individuales. La ostentación
inescrupulosa de riquezas de todas las familias emparentadas con el rey y
enormes ejércitos para ejercer el más estricto control sobre los pueblos. Se van
desmoronando a través de un proceso violento y el precio de un enorme número de
muertes. Un ejemplo es el fin del régimen de Ben Alí en Túnez el 14 de enero de
este año, después de 23 años de mandato, que a su vez era continuidad del de su
padre.
La aguda crisis de los países europeos
y también de los Estados Unidos de Norte América, nos parece un cuento. Cuánto
hace que desde Latinoamérica y precisamente desde Argentina, se hacían colas en
las embajadas de los nombrados países, como tablas salvadoras para aferrarse
ante los desequilibrios de nuestro país, ya de por sí incluido entre los
emergentes, donde tanto cuesta estructurar una política coherente con
continuidad.
Ahora, ellos también vieron caer sus
gobiernos, tienen desempleo, los mercados se derrumban, las deudas crecen y
están probando la amarga medicina de tener que pedir créditos y aplicar ajustes.
Alguien duda que se esté ante un fin
de época.
(Este artículo ha sido publicado en El
Urbano, periódico santafesino)